Aunque no podemos hablar de una cerámica propiamente aymara, en el área habitada por este pueblo se desarrolló la producción alfarera desde aproximadamente hacia el 500 a.C., con una reducida elaboración de alfarería de tipo doméstico.

Hacia el siglo IV o V d.C. denotan las piezas fuertes influencias de la cultura altiplánica de Tiwanaku. Estos rasgos persisten en las fases de Cabuza, Loreto Viejo, Las Maitas y Chiribaya, que se desarrollan aproximadamente entre el 500 y 1000 d.C. Prácticamente desde Las Maitas en adelante se puede hablar de un desarrollo local que, progresivamente, conserva cada vez menos las influencias de Tiwanaku (San Miguel, Pocoma, Gentilar).

Hacia el año 1000 hasta cerca del 1250 d.C., se desarrolla la fase cultural San Miguel. En las vasijas, la organización de los elementos, observada desde su vista en planta superior, presenta claramente una propuesta de tetrapartición, marcada por dos diámetros que se cortan en 90º y cuyos extremos se abren en tres ramales, en un motivo gráfico, o símbolo, que los asemejan al conocido diseño de los tambores chamánicos (kultrun) representativos de la función y rango de las machis de la región mapuche.

Este diseño puede apreciarse especialmente en objetos de Las Maitas, San Miguel y Pocoma. Otros motivos gráficos, además de las figuras de estrellas (o soles) y de círculos concéntricos (o discos) y trazos en zigzag, son rombos, simples o concéntricos, aislados o en hileras; líneas onduladas, solas o entre trazos paralelos, también , en grupos. Esta fase se desarrolla entre los años 1200 y 1350 d.C. Su alfarería es tricroma y algo más compleja que las anteriores.

Entre sus muchas formas se distinguen jarros globulares con base plana y cuello tronco-cónico invertido, con un asa; su cuerpo es rojo y suelen estar cubiertas por abundantes figuras geométricas, y formas humanas y animales, entre las cuales se pueden observar figuras de simios de color negro inscritas dentro de medallones de color blanco.

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